martes, 14 de mayo de 2013

Ilusión de cada día.


“¿Quién tiene prioridad en un cruce de miradas?”, pensaba, mientras un rayo de sol acariciaba su rostro. Su corazón latía fuerte queriendo salírsele del pecho, esperando con emoción volver a verle en aquel mismo banco de siempre y con su sonrisa de siempre.

Vivía con la ilusión de quien ve un nuevo mundo ante sus ojos, y cada mañana se arreglaba buscando conquistarlo. Un nuevo mundo con nombre y apellidos todavía desconocidos pero que, hoy, más guapa que nunca, pasarían a formar parte de su vida. Al menos eso intentaría ella, y estaba dispuesta a darlo todo.
Sentada, repasaba en su cabeza las palabras que había preparado en casa y, con los ojos cerrados, llenaba sus pulmones de aire y coraje para cuando él apareciese por su esquina.

Y así fue. Él llegó y se sentó en su mismo banco de siempre,y le sonrió, como siempre. Ella se levantó y dio unos titubeantes pasos a su encuentro, pero, a medio camino, su valor subió al cielo, evaporado, y escapó presa del pánico.

Llegó el invierno y con él los días de chaqueta y lluvia. Cayeron las hojas de los árboles del parque y los días de sol pasaron a ser un efímero recuerdo. Ella volvió cada día, pero él no volvió a pisar su esquina.
Y así vivió de ilusión, y así murió de tristeza.

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