Hoy
es un día extraño. Un día de esos en los que te dejas el alma y sales a
ver qué sucede, sabiendo que no vas a encontrar nada nuevo por mucho que busques.
La verdad, tenía que haberme quedado en casa, a veces se hace demasiada carga
disimular.
Tú dime, qué gano con ir de fiesta si en todo el pub
no hay más de tres personas que sepan escribir con una ortografía correcta y
con una dicción mínimamente decente; qué gano si por ir con unas simples
zapatillas y una sudadera ya me convierto en nadie y me diluyo.
Sé que hoy estoy siendo arrogante, pero tengo una
mente más lúcida borracho que la mayoría de los que estaban a mi lado hace un
par de horas en su momento de esplendor. Y, la verdad, es triste. No es beber para
ser interesante, es beber para hacer que los otros sean interesantes.
Cuál es mi lugar, me pregunto. Cuál es mi
camino y por qué voy dando palos de ciego por un sendero en braille que solo
sabe decirme que estoy perdido.
Quizá tan solo se me ha indigestado la cena. Lo dicho, hoy es un día
extraño.