lunes, 12 de noviembre de 2012

Improvisando

Escribo sin pensar en que escribo ni en qué escribo. Saco los cascos del bolsillo y deshago con cuidado los nudos de la vida mientras estoy en otro lugar, etéreo. La vida es un lío donde hay que saber elegir, y en cada paso se abren mil realidades plasmadas en nuevos multiversos que están presentes en mi alma. O en el mundo, ya no lo sé. El alma. Palabra que se debe usar con cautela, el alma. Es como el que todo lo ve pero no participa en nada, un observador de lujo que no altera el orden de las cosas, pero está. O son simples conexiones neuronales con ganas de jugar. Quién sabe. Podría pensar que todo está dentro de mi cabeza, producto de sueños y alteraciones que, sin embargo, no entiendo. La realidad es que mi realidad no existe, pero sí existe. La realidad es que veo lo que quiero ver. No, no lo que quiero ver, lo que tengo que ver. Soy un punto remoto y débil en un enorme entramado, soy el enorme entramado de un punto remoto y débil. A veces llueve. Dentro y fuera. Y no estoy seguro de que sea agua. A veces llueve y erosiona el alma. O afecta a la sinapsis. No lo sé. Pero llueve, y no me gusta. La realidad se distorsiona aún más y las cosas se distancia hasta sólo verlas con prismáticos. La realidad es que las paredes se derrumban y yo no quiero huír, sino sujetarlas. Y no con las manos. Con la mente. Telequinesis. Cierro los ojos para concentrarme, para dar paso a un nuevo día y una nueva noche donde se haga mi justicia. La realidad.