En este cuento no esperéis
encontrar brujas ni dragones, castillos encantados ni encantadores
príncipes; pero sí hay una hermosa princesa, un sapo, y mucha
magia.
Y es que en su historia hay más
tragedia que alegría, porque ella es una princesa de carne y
hueso... Pero su suerte pronto va a cambiar, pues la magia todo lo
puede y un mago con mis poderes no puede quedarse quieto ante tal
injusticia. "¿Qué poderes?", os preguntaréis. Pues es
fácil y sencillo, difícil es aprenderlo. Y es que no, yo no soy un
mago al uso, soy un mago cuyo poder proviene de una de las magias más
antiguas: la pabra; y mi magia reside en que yo soy el escritor y,
por tanto, yo decido el final.
Parece simple, ¿verdad? Bueno, he
de reconocer que en el fondo no lo es tanto... Hace falta mucho más
que una tirita para curar un corazón roto. Pero bueno, empecemos por
el principio:
No me quedó demasiado claro de si ella
miraba el mar o el mar la miraba a ella, sólo sé que mi corazón
latía más rápido, más fuerte y más violentamente de lo que las
olas rompían bajo sus pies. La naturaleza es sabia y le rendía
pleitesía, no como otros habían hecho antes.
¿Antes? Ups, perdón, reconozco que
he empezado mi crónica por la mitad, simplemente es que confío en
que lo anterior nunca más tendrá importancia. Continúo:
Había tormenta, y
eso era un alivio para ella. "Ya que no puedo dejar de llorar,
al menos que se disimulen mis lágrimas", pensaba. El tiempo le
había hecho demasiado daño, estaba encadenada al frío pasado y ya
no tenía fuerzas para liberarse de sus grilletes. Y se arrodilló.
Yo sufría por ella, verla así, entregada, ver como su luz interior
se apagaba poco a poco... Pensé en ofrecerle mi ayuda pero creo que no era
lo que ella querría. Casi estaba decidido a dejarla con sus penas, la
miré por última vez buscando una despedida muda cuando... "HELP!"
Allí estaba, escrito en la arena. No se había rendido, guardaba sus
fuerzas mientras pedía ayuda.
Corrí a su lado a
darle un abrazo, rompí los pesados eslabones y...
¿Sabéis qué? No me apetece que
esta historia sea tan corta, el final os lo cuento otro día.
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