Me las encuentro y me agreden en una suerte de serendipia
de la que ni huyo ni trato de huir, aceptando que ellas me han elegido a mí
para mi fortuna y su desgracia.
Se clavan, en mi piel y en mi memoria, dejando en añicos
mi integridad con su desgarrador filo que todo lo puede y ante el que no opongo
resistencia; quiero que me invada y atraviese mi cuerpo haciéndome partícipe de
su locura.
Es difícil describir lo indescriptible de su llegada y la
emoción que me embarga cuando las tengo delante, ofreciéndose para mi grotesco
juego donde la belleza estética y la intensidad suponen lo único agradable que
podemos encontrarnos. Una orgía sadomasoquista donde sólo yo implico mis
sentimientos y el amor queda relegado a un ego masturbatorio, placentero, pero
también fraudulento y solitario.
Alcanzando el clímax tras cada nuevo movimiento.