martes, 18 de diciembre de 2012

Despedida.

¿Te acuerdas? Tú también estabas allí, a mi lado, aunque no lo sabías. Yo lo recuerdo como si fuera ayer. Bajé a Lugo a recogerte, como cada vez que te quedabas con tu madre, pero sabiendo que ésta sería diferente. Me puse la chaqueta, pues era diciembre, te avisé de que había llegado y me mandaste subir, pero antes de que pudiese hacerlo apareciste en el portal, desarreglada, pero preciosa como siempre. Con un saludo demasiado frío subimos al ascensor. Tú tenías que ayudar a tu madre en casa de Concha. Paramos allí poco rato antes de bajar. Subimos al coche, en silencio, arranqué el motor y conduje hasra un pequeño bar. Recuerdo haber tomado un café con leche, y tú... sí, tú tomaste un zumo de piña. Discuimos. No era la primera vez, desde luego. Pero esa vez era diferente, estaba decidido a cortar con esa relación que tanto daño me estaba haciendo si no podía convencerte de que recapacitases, y lo hice. Allí, en el bar, te di la última oportunidad. Pagué las consumiciones y arrancamos, esta vez sí hacia tu casa. Yo repetía una y otra vez que no podía entenderlo, tú callabas limitándote a decir un "no sé" de vez en cuando. Y yo, yo, conduje. Y según pasaban los kms sentía que me desmoronaba. Cuanto más cerca estaba de tu casa más lejos estaba de mi cuerpo. Paré el motor y rompí a llorar. Lloré como un niño hasta casi forzar el vómito. Lloré descontrolado, abatido por todo lo que nos había pasado. Lloré por miedo a una vida en la que tú ya no estabas, una vida que yo no quería elegir. Y sé que tú sufriste, por ti y por mí. Y por nosotros. Sé que en el fondo tú te sentías como yo, aunque no quisieras verlo. Lo sé. Continuamos, pues se hacía tarde y no tenía sentido demorar demasiado más la despedida. Te juré mi amor y te di mis mejores deseos, casi resignado a perderte. Recuerdo que paré poco antes de tu casa. Quería un último adiós. Un beso de despedida, y pocos besos me supieron como aquel. ¡Qué beso! Pude sentir la suavidad de tus labios por última vez, pude sentir cómo de verdad me querías. Pero te tenías que ir. Cariño, puede que aquel fuera un día triste, pero en las más bonitas historias también cabe la tragedia. Hoy estamos aquí, juntos. Hoy está Sofía, y nuestro niñito en camino. Aquel día pensé que te perdería para siempre, pero gracias al cielo que no fue así. Pude recapacitar, y tú también pudiste hacerlo. Hoy vivo feliz, aquí, a tu lado. Y sé que tú también eres feliz. Te lo decía de aquellas y te lo digo ahora, juntos podemos ser muy felices, todo depende de nosotros. Ana, te amo. Siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario