viernes, 16 de octubre de 2015

Mendigo.

Caminaba por las calles manchando sus botas de barro.

La mugre está ahí, lo sé, no se ve pero entra por el resto de mis sentidos. Es nauseabundo. La sociedad ensucia mi cuerpo y mancilla mi alma pura. Dorian no se merece esto, estoy demasiado por encima. Es estúpido creer que éste es mi sitio, estúpido y ofensivo a partes iguales.

-Amable señor, ¿podría darme una moneda? Por caridad.
-Ni te me acerques, escoria.

¡Quién se habrá creído ese jodido mendigo! ¡Cómo si no tuviera nada más que hacer que contagiarme con la podredumbre de sus gusanos! Si hasta su propia ropa, raída y cochambrosa, trata de huir de él.
Míralo ahí, pidiendo, pretende dar pena cuando no da más que asco, con su mirada clavada en mí sin saber que podría destruirlo con poco más que un dedo… Pero no merece la pena, prefiero ni rozar su aire.


Se alejó del espejo de su pasillo y fue a servirse otro bourbon. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario