domingo, 17 de mayo de 2015

Muerte y destrucción.

Escribo con la titilante luz de la hoguera donde arde la cultura sabiendo que a este folio le quedan pocas horas de vida. Afuera, calentándose con el fuego de unos libros que se niegan a arder, me esperan pistola en mano. Sucios fachas.
En esta crisis, no económica, se derrumba todo aquello conocido para cuadrar la esfera del mundo. Yo mañana me pondré la careta de androide y saldré a la calle rogando clemencia por haber sido un soñador que no supo seguir su adoctrinamiento, tan sólo un pobre iluso.
Cuando mis palabras arden, mis ideas se consumen, y así jamás podré volver a pensar como un día lo hice.
Hoy, todo está perdido. 

Da igual, hace tiempo que vendí mi alma al diablo.

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