sábado, 19 de enero de 2013

Podrías ser tú.


Le gustaba provocar, y provocaba infartos con sus intransitables curvas por las que más de uno había perdido la locura. Salía de noche sin que sus padres lo supiesen y allí vivía, escondida entre sombras, buscando ese príncípe que fuera digno de sus carnosos labios.
Se esforzaba cada día en parecer terrenal, pero ella era una estrella caída del cielo y su brillo iluminaba corazones que, por alguna causa, había perdido la luz interior. Paseaba ante la atenta mirada de muchos que no se atrevían a decir un "hola", embrujando a otros tantos. Era una mujer encantadora en todos los sentidos que pudiese tener la palabra, sin embargo era desgraciada.
Su corazón no había conocido el amor, no sabía lo que era sentirse querido, y eso la apenaba demasiado. Necesitaba un príncipe que supiese que ella sería su princesa, que ella merecía el oro y no una escoba, pero, por más que buscase, no aparecía. Hasta que le conoció.




Le gustaba pasear a solas escudriñando la negra noche con sus negros ojos por los que varias habían suspirado. Salía sin un horario fijo, inmerso en un profundo caos que nadie más soportaría, buscando esa princesa que quisiera acompañarlo en cada baile.
Se esforzaba cada día en parecer alguien común, pero en su interior dominaban la filosofía y las letras y eso era algo que le costaba mucho ocultar. Muchas lo miraban impresionadas pero no eran capaces de dedicarle una sola palabra, otras tantas lo intentaron sin triunfar. Era un hombre cautivador en todos los sentidos que pudiese tener la palabra, sin embargo era desgraciado.
Su corazón no había conocido el amor, no sabía lo que era sentirse querido, y eso lo apenaba demasiado. Necesitaba una princesa que supiese apreciar su valía, él merecía el oro y no le daban más que latón, pero, por más que buscase, no aparecía. Hasta que la conoció.

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