lunes, 28 de enero de 2013

Como Jesucristo.


Estoy preso, atado a tus palabras y decisiones o, mejor dicho, a su falta, con férreas cadenas en una cárcel que no se ve pero se siente. Y ya me empiezan a sangrar las heridas de las esposas, úlcerándoseme las muñecas y los tobillos con cada nuevo día que pasa.
Con un castigo como la cruz de Jesucristo, en la cual no solamente fue crucificadp, sino condenado a portarla hasta el Gólgota haciendo mucho más dura la pena.
Y ese soy yo, el Jesucristo cargando la pesada cruz en su espalda, esperando el momento del castigo final, o tal vez confiando en un perdón que está complicado pero no imposible.
Y si muero decir que resucitaré al tercer día, sólo deseo poder vivir o poder morir, pero que sean compasivos y no me hagan conrtinuar por más tiempo con esta carga tan titánica.

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