Estoy preso, atado a tus palabras y
decisiones o, mejor dicho, a su falta, con férreas cadenas en una
cárcel que no se ve pero se siente. Y ya me empiezan a sangrar las
heridas de las esposas, úlcerándoseme las muñecas y los tobillos
con cada nuevo día que pasa.
Con un castigo como la cruz de
Jesucristo, en la cual no solamente fue crucificadp, sino condenado a
portarla hasta el Gólgota haciendo mucho más dura la pena.
Y ese soy yo, el Jesucristo cargando la
pesada cruz en su espalda, esperando el momento del castigo final, o
tal vez confiando en un perdón que está complicado pero no
imposible.
Y si muero decir que resucitaré al
tercer día, sólo deseo poder vivir o poder morir, pero que sean
compasivos y no me hagan conrtinuar por más tiempo con esta carga
tan titánica.
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