jueves, 10 de febrero de 2011

Lo siento.

Ayer soñé que volvía a rozar sus labios en un último suspiro de esperanza, sintiéndolos reales y únicos como una huella dactilar. Como una huella dactilar posada con delicadeza sobre sus enrojecidas mejillas, hechas a cincel por el mismísimo Michelangelo.
Ayer soñé que surcaba un grácil mar donde los cantos de sirena eran los bucles dorados de su melena, que me arrastraron hasta la isla de su cuello haciéndome sentir un Robinson Crusoe.
Ayer soñé que esa llave era la de tu corazón, y que sólo servía para abrir el mío.
Ayer soñé que con locura me miraron esos ojos; y con locura vivo para toda la vida.

Ayer soñé lo que quise. Hoy sueño lo que puedo. Mañana soñaré si te tengo.

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Y Sísifo siguió empujando la piedra con empeño, sabiendo que el desánimo no es más que la muerte del alma.

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