lunes, 29 de junio de 2015

El escritor triste.

   De qué material estarán hechas las palabras para que, dependiendo de su uso, adquieran tan distintas propiedades.
   He visto cientas siendo arrastradas por la más leve brisa a lomos de un diente de león, tan livianas que podrían posarse sobre cualquiera sin perturbarlo en lo más mínimo. Hay otras que caen y ya nadie nunca será capaz de levantarlas destruyendo aquello donde se posan pero sentando nuevas bases.
   Hay palabras que no serían capaces de romper una pompa de jabón, pero también que desgarran escudos e hieren al más protegido.
   Palabras nube de azúcar, sabor limón e incluso whisky reserva; palabras con materia, toda ellas.

   De qué material estarán hechas las palabras para que puedan llegar a tener un valor tan alto, altísimo, del precio de las emociones. Y a pesar de todo nunca deberían ser vendidas.



   Dulce e irónico castigo el del escritor que quiere regalarlas y se ve obligado a vivir de ellas. Yo no quiero hacerlo; tampoco morir de hambre.  

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