sábado, 18 de abril de 2015

Romanticismo de incógnito.

Aquel día desperté con olor a café recién hecho. No conocía el cuarto donde me encontraba ni recordaba apenas nada de la noche anterior. La cabeza me daba vueltas y en mi garganta todavía podía saborear aquella ginebra sin marca que desgustara en el Parque de Rosalía y que, sin lugar a dudas, me había conducido a aquella extraña situación. Hoy debo darle las gracias.
Por la puerta entró ella, mujer sin nombre para mí, cubriendo su cuerpo con tan solo un culote naranja durazno. Grandes senos al descubierto que contemplaba maravillado, y anchas caderas que me hipnotizaban con su baile. 
Traía una bandeja con un desayuno que nunca probaría y las mejores intenciones. Bendita su boca y "malas" artes.


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