Manejar la intensidad y la frecuencia se convierte en un simple juego de niños, le resulta más simple que una palanca. Rápido y fuerte o mucho más pausado y cálido, como saetas cansadas giran sin detenerse pero variando el ritmo. Sabe que tiene el poder de manejarlo todo, de cambiar el rumbo cual capitán de barco buscando los vientos más favorables para surcar la inmensidad. El futuro es incierto, eso se sabe, pero quien no juega al azar puede adaptarlo a su medida, y eso es lo que él hace.
Y de nuevo golpea, con su propio ritmo, transformando la realidad. Y de nuevo golpea trabajando la armonía.
Desconozco si es fuente de vida o algún día nació y creció hasta convertirse en lo que es hoy, pero ahora mismo no hay Dios más poderoso ni otro que gobierne.
Forjando el mundo.